25 marzo 2009

EL SUR...

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* Fotografía de Eduardo Duro
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El Sur…Esta tierra que tiembla, que ama, que sangra; de calor y duende, de sudor y noches. De océano y mar, de sed, de tierra hacia delante. De pupilas anchas, de mirada cierta, de mirada blanca; de mirada adentro, de mirada afuera. Postigo, horizonte, de sonrisa íntegra, pena tras pena. Tal igual como diferente. Sur y vértigo. Calor, zaguán sin cerradura. Hombre y mujer, al parecer tormenta, pasión sin alba, cuando la luna llega…
El Sur... Acabado o inacabado, porque da lo mismo: un niño que se acerca a la puerta, llamada tras llamada. Infancia, era, juventud, pradera de cielos y celos; cuando se amontonan, cuando desaparecen; como viento que soplaba las mieses. Émulo de la sangre. Frecuencia en secuencia, consecuencia. Intervalo a intervalo de otoños, de inviernos que se cierran; primavera a primavera; verano tras verano, entre las fuentes sin saliva ni lengua. Entre el laberinto de los ríos que se encogen, que se ahogan. Lluvia tras lluvia, gota tras gota. Mirada tras mirada. A punto de nieve y savia.
El Sur, viento y principio; un día de esos que tocan a gloria. A primer fogonazo de la tierra. Montaña, valle, fruta con sabor a luna, a cielo abierto, bocado a bocado, bocanada tras bocanada; repartiendo…Gracias, besos, deseos, abrazos, despedidas, hasta saludos innecesarios. Momento abismado. Sueños inequívocos. Luz para sus adentros, para sus noches de incendio, para sus miedos. Porque era vidente ese día. Porque aquí, siempre es tan evidente la vida, misterio alguno, piedra sobre piedra…
El Sur, principio y viento. Sustento, substrato. Azul y tarde, blanco y verde a la intemperie. Sol y sombra de los hombres.
El Sur de aquí, cuando el viento resucita entonces y se vuelve vida al instante. Pájaro, cristal o sierpe.

03 marzo 2009

EL VIENTO...

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El viento…Esa mano que ama, que siembra, que arrasa, que vuelve, que muere allá en la distancia, en la noche oscura del murciélago, en la tristeza, trizada por el mundo. Silenciosa marca, tachadura, brizna de tiempo en la ventana. Mucho viento después, antes de que fuera hoja, página, cadalso, moribundo, inconsciente, frente del hombre, martillo o sueño. Ese viento al que llamamos Norte, del Sur sin equívocos, parábola del mundo, huracán sin ejército, línea con puntos suspensivos, ráfaga de un poema…
Ese viento que nació, atención ojos, en la palabra instante, una mañana sin huesos, a intervalos oblicuos de escucha, toca un cuerpo de mujer y se deshace en arcilla... Y a sus pies se vuelve infinito, guardando su exactitud, pecho contra espalda, mirada contra mirada. Pensamiento que muerde con placer. Con placer que muerde sin pensamiento. Viento y principio. Ese viento nació, un día humilde, por ejemplo, de la tierra.

02 marzo 2009

DESDE AQUÍ, A ESTE LADO DEL PAISAJE Y DE LOS SUEÑOS

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DESDE AQUÍ, A ESTE LADO DEL PAISAJE Y DE LOS SUEÑOS

Como cuando huye la luna por la puerta del cielo
y vuelve con frecuencia a ese pasaje de su libro;
y toca…toca la superficie de nuestros tejados,
estando presente en nuestros sueños.
Y nadie nos pregunta si queremos llevárnoslos,
regalarlos, vaciarlos, allá sobre el color vacío del agua.
Y me detengo en esta página del poema,
y su leve mandamiento me intercepta.
Porque las palabras bajan y suben por su propio vértigo,
alimentándose de las hojas de nuestras manos.
Cuerpos tan sencillos como extraños,
que pueden amar, sembrar, gritar, escribir al margen de la nada.
Amontonarse en el cauce de los ríos que nos llevan,
en donde morimos con frecuencia.
Días mortales pero nuestros.

La nave,
el mástil,
la piedra,
la nube inquieta,
la hierba que corre junto a nosotros.
Nacer al fin en lo que fuimos.
Cualquier día de esos en los que te preguntas,
hombre tras hombro,
al amparo ni dinastía de los dioses.
Bocanadas de cielo o de aire.

Porque recuerdas… aquel primer fogonazo del agua,
a tu madre cuando te desteñía las manos,
este camino que avanza…
La noche,
la escalera,
la cerradura sin puerta,
la luz sin habitación,
el arco iris en algún lugar ya sin misterio,
antes de que fuera lluvia sin memoria.
Como cuando huye la luna por la puerta del cielo
y vuelve con frecuencia a ese paisaje de su libro.
Aquí, donde todos soñamos y cabemos.
Río arriba.