15 septiembre 2009

A PROPÓSITO DEL HOMBRE...

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A PROPÓSITO DEL HOMBRE...

Porque somos viento, somos roca, partícula o todo cuanto amamos;
temperatura más agua; hendidura tras la lluvia,
polvo antes sobre la tierra que se inunda a secas.
Frío o calor según o allá donde abramos los ojos, la piel; el traje de la nada.
Historia más sangre. El enigma de la sangre, siempre.
Sierpe verde; azul o sangre.
Porque somos libertad tras la palabra montaña.
Porque somos libertad tras la palabra.
Inicio del mundo tras la niebla; hueco tras la brisa;
huella tras la huella, longitud que tropieza; metáfora que se derrama,
grito tras grito; vacío tras el paso. Puñal o puño, sombra y árbol.

Porque somos tan visibles como invisibles; tan primitivos como el eclipse,
el oxígeno, la quemadura, la pena y pedernal que se mastican.
Tan imperfectos como el futuro, tan pretéritos como el alba.
Porque somos fruto, pez, moneda de cambio, manzana;
Luna tras la pirámide, injerto del frío que naufraga sobre el espejo del agua.
Porque somos uno, dos, cinco mil, millones; tras los millones de estrellas inacabadas;
tan humanos, como las manos, los pies, el habla, la garganta, la fe, el enigma a ciegas.
A pie, a caballo, a estampida; a sueños, tan reales, como la carne viva del muro.

Porque somos piedra, somos viento, instante o todo cuando amamos.
Luz que se parte tan en pedazos desiguales,
que se oxida entre el reloj de la materia deshabitada.
Nombre a nombre, montaña tras montaña;
como niño que se pierde tras la esquina.
Porque somos ademán; además de perspectiva, recuerdo;
cristales y/o añicos de la catarata bajo la sima.
Animal cuando fuimos, sonámbulos del hombre ahora
asesinado por las sombras de lo inmediato.
Tigre tras la paloma, círculo que se cierra, círculo que se abre a pedazos.
Infinito o aire. Tiempo cuando acaba.
Aquí, sin ir tan lejos, bajo la claraboya del Universo innominado.
Silencio, espacio, hueso... Corazón, parada, camino...

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