18 abril 2007

AQUÍ, ALLÍ Y BAJO LA HOJA

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AQUÍ, ALLÍ Y BAJO LA HOJA

Un hombre solo, aparentemente vestido con sus sueños,
harapos del mañana que le recuerdan,
laberinto del jamás cuando el poema se esconde,
aprieta sus labios contra la noche invisible
mirando hacia el sol que le aprisiona;
rayando sus párpados,
abrasando sus ojos cerrados bajo el infinito.
A esa distancia inalcanzable,
piensa, deduce, acumula calor y frío
tras el silencio de la noche que le previene.
¿Llegará la palabra a su boca, recogida tras la tormenta que le nombra?
¿Llegará esa sílaba inacaba, que muere y renace,
al abrigo el pecho que le ronda?
Como ese verso como cuerda de guitarra,
como ese árbol solitario,
que engaña a la luz, que se aferra a la montaña
buscando el eco de la escucha,
bebiendo de la escarcha de sus párpados
que yacen bajo el polvo de la nieve.
Y detrás…montones de montañas se revelan
se agotan tras la lluvia de sus sombras.
Piel sobre la piel y por la que la tierra bebe
bocanadas de metáforas y escorrentías.
Pero no, hoy no llega, hoy no viene, ni ese acento sobre el hiato…
-Mía!
Esa voz que alza.
Fragmento de ese viento azulado.
Dulce compañía.
Abrazando la lluvia.
Abrazando su vida con la suya.
-Ay, poesía!
¿Tan pesado era su pecho en el vacío?
Un hombre solo, aparentemente abriéndose de manos,
atado a su sangre,
recogiendo ese algo,
balbuceando en distintas lenguas que se amontonan…
-¡Porque sabes que vivo, aquí, allí y bajo la hoja!

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