19 diciembre 2005

PIEL BAJO LA PIEDRA




PIEL BAJO LA PIEDRA
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Hoy he vuelto a retomar la montaña. Ese sendero hacia ella, en donde acaba y empieza la pequeñez del hombre. Esa fortaleza en forma de cúspide irisada; inaccesible y asequible tras el esfuerzo. Desde arriba y abajo, nuestros pies llegan y se vuelven cansados, heridos, deformados, bajo la caricia de nuestras huellas que, seguramente, se borrarán tras el viento, la lluvia, los desprendimientos, esos momentos de niebla… Pero en la montaña hay que darlo todo para recibir ese instante, mientras que ella nos lo devuelve sin preguntas, sin recibir nada a cambio... el paisaje, su silencio, ese aire cristalino en forma de horizonte, de grandiosa ventana, de fragancia innata, de firme bajo el tiempo, de mirada fiel que nunca nos falla, de labios azules y compartidos, de nieve blanca, de tierra sobre la Tierra, de innumerables caminos que se tuercen tras la señal de la piedra. ¿Y qué le damos nosotros a cambio, a parte de volver seguramente, de mostrarle nuestros pies desnudos, nuestras manos abiertas bajo el sudor de la carne; esas ansias inacabadas en sueño, en vida o incluso en la misma muerte y con la que a veces amanece? Porque... ¿Quién no conoce, no ha tenido algún amigo, no ha oído hablar de alguien que no se haya dejado la vida en ella? ¿Quién no les ve todavía por allí, caminando, en forma de eco, de sombra, preguntándoles por lo que habrá más hacia arriba, o más hacia abajo, en aquella grieta, en aquella sima, o bajo aquel saliente de roca a quien nos recuerda; convertidos en paso, en barranco, en torrente, en riachuelo, en puente; en una brizna de hierba, en ese verde imborrable, tras ese abrir y cerrar del tiempo? Tampoco hay que olvidar que la montaña es algo natural, y por lo tanto que forma parte, y un mundo, con el hombre. Que nos atrae cuando nos atraviesa, nos llena el alma, arrastrándonos hacia ella; que conquistarla es sufrir y piropearla. Que estará siempre allí, piel bajo la piedra, a la espera de ese instante de nosotros. Que nunca se desvanecerá si la tomamos como se merece. Con esa fuerza y fortaleza, como inacabada…

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