Porque no fuimos los humanos
quienes nos alejamos de aquel prístino paraíso,
fue la vastedad del vacío quien pronunció la primera palabra:
Soledad, montaña abajo.
Y la tierra, ahíta de agua y sed, quien pronunció su primer silencio
mientras se podía escuchar el murmullo del primer milagro,
y del segundo:
Era la vida de nuevo,
de repente la vida en carne y hueso:
amor, mensaje y destino.
Pero...¿qué harían los dioses contra el amor de todos?
A ti, mensajero del viento invertebrado, crisol de la noche enjaulada y los días desenterrados...ensalmo de los recuerdos inolvidables, bálsamo de la tierra bajo el agua...¿Sabes tú, ave azul, que contigo viajan nuestros sueños; sin ti, el aire frío de la nada?
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